Nuestra civilización se alejará de las mentalidades del siglo XIX y se desviará de los modelos de negocio del siglo XX porque la digitalización y la inteligencia de la máquina habrán penetrado al fin en todas las disciplinas de la ciencia y la ingeniería, catalizando el enorme potencial de cada una. Se ha formado una tormenta perfecta tecnológica con el software, el hardware, la capacidad computacional, las plataformas, el potencial informativo de los objetos y en nuestra propia evolución hacia seres con una mayor inteligencia emocional.
El progreso, o la evaluación del valor incremental de nuestros logros, se calculaba sumando todas las solicitudes de patentes, los descubrimientos y las innovaciones conseguidas en cada siglo. Esa era la regla general antes de que la digitalización alterara todo lo que encontró a su paso. Cuando en 2011 se declaró extraoficialmente que el software se estaba comiendo el mundo, el exponencial aumento de las innovaciones disruptivas mostraba que, en 2014, ya habíamos superado todos los logros acreditados que nos había llevado cien años conseguir en el siglo anterior. Si el progreso fuese una cuestión de números, ya lo habríamos superado.
El progreso es un concepto que nos impulsó a crear una sociedad «mejor». Las iteraciones progresivas optimizaron los productos y las prácticas comerciales a base de pequeños pero considerables incrementos. Esa no es la velocidad del progreso en la sociedad de 2020. A medida que la digitalización ha ido creciendo exponencialmente, en unos pocos años está alcanzando una velocidad vertical que acelera todo a su paso. Por eso es disruptivo. Antes de que te des cuenta, las startups o tu competencia te habrán ganado a un juego que pensabas que dominabas. Las startups de las tecnologías financieras nunca tuvieron que ver con cuentas de ahorro, hipotecas o seguros del hogar. Extrajeron datos de clientes y los vendieron. Microsoft compró GitHub y aún así nadie lo captó. Se necesitaron nada menos que 18 meses para que la mayoría de los analistas de la industria lo entendieran.
Entonces, ¿qué es el progreso en la industria de 2020?
Creación de valor. Nuestra capacidad de ofrecer beneficios basados en atributos competitivos tiene poco que ver con elementos cuantificables. Se basa en el capital humano, en el conocimiento tácito, en la cultura de la creatividad y en productos y servicios antropocéntricos. Estos atributos no se pueden reproducir. Se nutren y cultivan desde dentro de cada compañía.
Innovación. Ir más allá de lo «mejor» para transformar radicalmente cualquier cosa en una versión superior de sí misma. La innovación requiere una mentalidad que se sienta cómoda navegando en entornos desafiantes, un optimismo que libere nuestro pensamiento para soñar con posibilidades ilimitadas, pasión y dedicación.
Sentido de propósito. Sin una razón clara y significativa, ningún progreso alcanza su verdadero potencial.
Estos son los nuevos pilares corporativos que sustentan las nuevas promesas de las marcas, las nuevas culturas empresariales, las nuevas colaboraciones con los clientes y su nueva fidelidad. #progreso2020